Entra la figura de autoridad definitiva: mi hermanastro. Me gobierno cautiva en el deseo, queriendo complacer. Puedo saborear las cenizas del fuego que arde más allá de nuestro alcance gracias a esas llamas olvidadas; se enciende en un viaje salvaje y apasionado de cada fantasía carnal y ambos terminamos satisfaciendo completamente.